domingo, 3 de julio de 2011

2 de Julio. ORDENACIÓN

Día grande, día de fiesta; día de Orden, de Iglesia, de humanidad.
Esta tarde, en Madrid, cuatro personas se han dado, se han puesto al servicio, han apostado todo lo que son en favor del ser humano y del Reino.
Junto a ellos toda la familia dominicana, parte y protagonista de este nuevo don, porque es en comunidad, junto a las personas, donde tiene sentido el ministerio.
La celebración de hoy, como no podía ser de otra forma, me ha traído muchos recuerdos. Pienso en cómo me ha cambiado la vida en estos años de sacerdocio.
No es una cuestión de estudios ni teología, ni de preparaciones, formación o idoneidad… es más bien un asunto que nos habla de ser. Siempre me han dicho que lo importante no era lo que hacemos sino lo que somos… pero lo cierto es que no resulta tan sencillo separar una cosa de la otra; lo que hacemos, va conformando también lo que somos.
Al menos, esa es mi experiencia. Es a medida que he ido acogiendo, escuchando, caminando, dándome en gestos y momentos concretos, cuando he ido siendo sacerdote, entendiendo progresivamente lo que era, aprendiéndolo y queriéndolo.









Esta noche, con el corazón repleto de hermanos con los que me he reencontrado, de risas, de alegría profunda, deseo a esos frailes recién ordenados toda esa felicidad que a mí se me ha dado, que todos juntos dejemos que Dios amase, poco a poco, nuestro barro.
Mientras haya jóvenes que continúen apostando por Dios con seriedad, desde cualquiera de las vocaciones posibles, el sacerdocio, la vida religiosa, el matrimonio, la soltería; mientras existan vidas que se dan, que se entregan, el mundo-si quiere- podrá mantener viva su esperanza.
Por eso, necesitamos más, nos hacen falta más personas que quieran responder con sinceridad; jóvenes que sean valientes y asuman lo que Dios sueña para ellos y se unan a nosotros, se embarquen en esta aventura impresionante de transformar y acabar el mundo.

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