martes, 21 de junio de 2011

20 de junio. BENDITOS DE MI PADRE

Acabo de llegar de la estación de autobuses, he ido a acompañar a un fraile que volvía a su convento tras unos días con nosotros. El viaje es largo y ha preferido hacerlo de noche.
Al llegar, íbamos con un poco de prisa y charlando y no me he percatado de nada, pero al salir de la estación… ¡madre mía!
Había una cantidad enorme de personas por allí, medio escondidas y preparándose para dormir, uno de ellos me ha llamado. Me conocía porque a veces viene a pedir limosna a la puerta de la parroquia y habíamos hablado muchas veces.
He estado un ratillo allí, charlando de cómo nos iba la vida, mientras él terminaba de preparar el “lecho” en el que estará descansando esta noche.
Ya de vuelta a casa, se me atropellaban las ideas… ¡Cuánto nos queda aún por hacer! ¡Cuánta calamidad por un lado y cuanta indolencia desde el otro! Pensaba en lo oculto de esa realidad que, aunque todos nos la tropezamos continuamente, es como si no la viéramos; como si ese ser humano fuese parte del mobiliario urbano o cualquier cosa que encontramos tirada por la calle… nuestra atención no suele detenerse en ellos.
Yo soy el primero que, la mayor parte de las veces no repara en estas personas; que colabora en que no dejen de ser “invisibles” de alguna manera. El primero que a veces, siente el impulso de acercarse e interesarse por la realidad del que no tiene techo; el primero que, en la mayor parte de las ocasiones, se deja llevar por la desconfianza y acaba pasando de largo.
También confieso públicamente que normalmente formo parte de los que se justifican pensando que la cosa es difícil, que qué iba yo a poder hacer, que ya hay instituciones que se ocupan de eso…

Pero, reconocer todas esas dificultades externas e internas, no puede anclarnos en la pasividad… ninguna de nuestras excusas casa con el Evangelio. Junto a cada una de esas personas sin hogar, en cada una de ellas, está el Señor Jesús, mirándonos deseoso, pidiéndonos una limosna de atención e interés.
Como creyentes, no podemos perder de vista esta perspectiva. Ante cada angustia y dolor es posible dar una respuesta, SIEMPRE. Desde lo material, en el sustento de las organizaciones que combaten la injusticia y la indignidad de nuestros hermanos (que no se mantienen del aire); desde lo humano también, venciendo los temores y los sentimientos de repulsa y siendo capaces –al menos- de ver que quien está ahí, entre los cartones… es mi hermano.


3 comentarios:

  1. ¡Que dios bendiga a los "sin techo" y a ti por tus reflexiones!

    ResponderEliminar
  2. Cuando veo a mis hijas acercarse a las personas que piden alguna ayuda en las puertas de los supermercados sin ningún reparo y tapujo,con total naturalidad, alucino!! veo en ellas el evangelio en estado puro "les aseguro que quien no se hacen como niños,no entrarán en el Reino de los Cielos" Mt 18, 1-4
    Dios haznos un corazón sin prejuicios, haznos un corazón puro e inocente como un niño.
    Un saludo

    ResponderEliminar
  3. CUANTO NOS QUEDA AUN POR HACER!
    buena reflexion, parece como que el telon que hay en cada uno de nosotros unas veces estamos en el escenario bonito y casi sin darnos cuenta no vemos mas que nuestra realidad, otras vemos auque sea por poco tiempo cuanto nos queda por hacer.probablemente esto se sustituira por otro acontecimiento pronto y se volvera a quedar en nada, se que no podemos resolver todo pero algo sin duda.
    nosotros entre nosotros hacemos rapidamente tres tiendas y estamos encantados pero al otro lado del escenario se cuece mucho sin enterarnos
    pepin

    ResponderEliminar