martes, 24 de abril de 2012

23 abril. LA ÚNICA IGLESIA QUE ILUMINA ES LA QUE ARDE DE AMOR


En este mundo, donde internet  permite que se airee todo lo que se nos pasa por la cabeza, es fácil encontrarse con muchos comentarios y actividades que únicamente buscan ofender o hacer daño a los que somos  creyentes...

Con frecuencia he alucinado ante algunas publicaciones de mis propios amigos y conocidos en los que –supuestamente en nombre del pluralismo o la libertad-  se me ofendía profundamente, e incluso se llegaba a alentar la violencia contra nosotros.

Es cierto que, casi siempre, lo que está detrás de esas cosas son los prejuicios y  un profundo desconocimiento de lo que somos y queremos; pero, en esos momentos, yo no puedo dejar de pensar en qué habremos hecho - o hacemos- en la Iglesia para que algunas personas nos tengan tanto desprecio.




Es extraño pero, además  de que juntos somos el rostro de Dios en medio del mundo, al tiempo, podemos llegar a presentar muchos rostros individuales y diferentes que lo que hacen es confundir y esconder su presencia en medio de la humanidad.



Lo fácil sería echar balones fuera, conformarnos con creer que son los demás; que son los otros sectores de la Iglesia los que hacen las cosas mal… pero la verdad es que somos una sola  Iglesia, para lo bueno y para lo malo.

Cada uno de nosotros tiene que asumir la responsabilidad que le corresponde de todo aquello que en la Iglesia no es como debería ser; porque ninguno de nosotros es tampoco el creyente que debería ser.

Lo que un cristiano deja de hacer o hace mal, daña a toda la comunidad igual que en cada acto de amor también estamos todos.



Mientras únicamente esperemos que se cambie en Roma, o que sean las jerarquías y superiores los que transformen a la Iglesia, no tendremos nada que hacer. Soy yo el que puede dejarse convertir por Dios en profundidad; somos los cristianos de a pie los que podemos renovar esta Iglesia nuestra; abrirla cada vez más al soplo de ese Espíritu que sopla en todos los hijos e hijas de Dios.

No podemos esperar una Iglesia más comprometida con el pobre si nosotros no conocemos ese compromiso; es absurdo querer que acoja y dialogue si, desde las bases, nos cerramos sólo a los que son de nuestra cuerda; mientras no nos  preparemos, si no racionalizamos la fe, sin rezar, si tenemos otras prioridades e intereses antes que el Evangelio, si no aprendemos a perdonar y pedir perdón… si cada uno de nosotros no intenta con todas sus fuerzas   vivir a tope la fraternidad, no podemos reclamar ni exigir nada al de al lado; no podemos esperar que nuestra Iglesia crezca en fidelidad a Dios.



Pero es  tiempo de Pascua y, si queremos, lo podemos todo en Él… (YA hemos podido)

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