Día grande para los dominicos y dominicas, festejamos a Nuestro Padre Sto.
Domingo. ¡Cómo disfruto cada año de esta fiesta! Todos los miembros de la
Familia Dominicana nos hacemos presentes de una forma especial en la vida de los
otros, intercambio mensajes y felicitaciones con todos los rincones del mundo…
celebramos nuestra propia identidad: la propia historia, nuestro legado, el
presente y el futuro común.
Para colmo, también nos reunimos con las monjas y celebramos la vida
sentados en una misma mesa… siempre pasamos un rato entrañable y de inmensa
alegría todos juntos.
Confieso que, cuando se hace patente nuestra fraternidad; al repasar los
rostros de tantos hombres y mujeres con los que se me ha permitido compartirlo
todo… me acabo emocionando…
Me siento muy orgulloso por poder llamarme hermano de la religiosa que vive
entregada al cuidado de los enfermos en un olvidado rincón de África; del joven
laico que ofrece cada día toda su
ilusión y vitalidad a la predicación; de la religiosa que camina amenaza de
muerte por defender al pobre; del anciano fraile que no ha perdido el
entusiasmo y, a pesar de todas las limitaciones de la edad, continúa estudiando
y trabajando incansable para llevar la luz del Evangelio a las gentes; de la
monja que es hogar y oración que nos
sostiene a todos los demás… sobrecogido por haber recibido de ellos la
misericordia de Dios y el honor de “ser” con ellos; de poder tomar parte en la
conformación del multiforme rostro que hoy tiene Domingo.
¿Cómo no ser feliz así? ¿qué dificultad o dolor puede apagar esa alegría?
¿quién va a querer escapar de esa llama que te quema , que incendia al mundo
entero? Ante semejante gracia; frente a un regalo tan inmerecido…. A uno sólo
le queda seguir adelante; continuar recorriendo esos caminos del amor, apasionándose
cada vez más con el ser humano… soñando y dando vida a esta aventura que
comenzó hace casi 800 años.…
¡¡Felicidades siempre!!
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