Cuando parece que todo va rodado, que casi puedes empezar a vivir con el piloto
automático…; en el momento en que te van engullendo las ocupaciones y las inquietudes
cotidianas… Dios se ocupa de enviarte su invitación a que te pares y saborees
lo que tienes, lo que eres ¡la propia existencia!.
Algo así me está ocurriendo a mí últimamente; en medio de este tórrido
verano sin vacaciones, en el que puedes
llegar a vivir esperando que pasen los días sin más y que vuelva la normalidad
de septiembre; una serie de
circunstancias me han hecho pensar; me han ofrecido una nueva perspectiva de
las cosas… una que siempre ha estado ahí, para mí y para todos, pero que
generalmente ignoramos o preferimos no tener en cuenta; esa de la que hablamos
con frecuencia pero en la que rara vez nos atrevemos a profundizar: lo pasajero
de la vida; la velocidad con la que pasa el tiempo; nuestra propia fragilidad y
brevedad…
Si te paras a reflexionarlo, enseguida te asalta una de las ideas más
populares de nuestro tiempo: el CARPE DIEM, el aprovechar el momento, el
saborear y disfrutarlo todo antes de que sea tarde… pero de lo que yo me he
dado cuenta es de que eso es imposible…
Son tantas las bendiciones que Dios nos ha regalado, tanta hermosura la que
nos rodea; la familia, los amigos, los hermanos, la naturaleza, la vocación, el
arte, la misión, el ser humano…; que por
mucho que lo intentáramos, jamás podríamos decir que lo hemos disfrutado todo
al máximo. Y eso es así, siempre, por muy mal que creamos que podemos estar y
por oscuro que nos parezca el horizonte; lo que Dios pone a nuestros pies
sobrepasa con mucho a los problemas y dificultades…aunque en esos momentos no
podamos darnos cuenta.
Además, siempre habrá nuevos sueños que sustituyan a los que se han
logrado; nuevas caras que se te agarren al corazón; posibilidades, proyectos;
descubrimientos internos… un incesante bombardeo de regalos preciosos que Dios
no se cansa de mandarnos.
Tampoco es sencillo priorizar o jerarquizar ante ese derroche de amor
divino; elegir con lo que te quedas o por lo que lo apuestas todo.
Y cuando caes en la cuenta de todo esto, a mí lo único que se me ocurre es
que quiero continuar dejando que Él me guie; crecer en docilidad y dejarme hacer:
Lo que Tú quieras, como quieras y hasta cuando quieras.
Cierto, olvidamos a veces que tanto nuestra fragilidad como nuestro poder como "amantes de la vida" está en sus manos desde que abrimos los ojos hasta que los cerramos e incluso cuando descansamos. Somos suyos tal y como Ël quiere y hasta que Él quiera... la pena es que´a veces se nos olvida y desperdiciamos horas y días dejándonos llevar y olvidando lo que Él nos pide...desperdiciando su regalo de amor hecho VIDA y hasta que la alarma no suena no somos conscientes de lo valioso de cada segundo que nos ha dado D hasta que quiera y como quiera. Cierro este sencillo comentario con las frases de una canción presiosa: "Padre, padre, padre, me pongo en tus manos. Haz de mí lo que quieras sea lo que sea. Te doy las gracias, lo acepto todo con tal de tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criatura... Por eso me pongo en tus manos cada mañana, cada noche cada instante.... como en este precioso dibujo que hoy nos regalas. GRACIAS PADRE.
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