lunes, 6 de agosto de 2012

5 de agosto. VIDA HECHA PAN


La vida  de un sacerdote está plagada de satisfacciones, tantas como jamás pude imaginar…pero es obvio que también son muchas las dificultades con las que uno se tropieza.

Seguramente, la mayoría de la gente pensará que, de esas complicaciones, las más grandes proceden de nuestros votos; o de las situaciones de dolor que se te suelen presentar… pero en mi caso no es así; a mí lo que se me hace más difícil es otra cosa.

Este curso he estado sufriendo mucho con uno de los muchos grupos a los que acompaño: han tenido muchos enfrentamientos y divisiones; se han escindido en dos facciones, ambas igual de responsables, las dos se han dejado llevar por el orgullo y no han dejado de presentar problemas y de hacerse daño. Yo he tratado de mediar, de que dialoguen, piensen con humildad y perdonen… pero me temo que no ha servido de nada.

Este tipo de situaciones (cuando gentes que han tomado una opción por el Evangelio, que tienen experiencia de Dios; se comportan de forma tan alejada de lo que creen… cuando la soberbia, las visiones egocéntricas y la incapacidad de hablar parecen ser las más fuertes, las que se llevan el gato al agua… ) son las que me cuestan más. Supongo que ese es el auténtico “escándalo”… me hace dudar; me surgen preguntas sobre si merece la pena lo que vivo y me asalta la tentación de tirar la toalla y pasar de todo…

Sé que es inevitable que surjan conflictos entre las personas, yo mismo he tenido que afrontar infinidad de ellos. Pero sé también que hay formas de solucionarlo; de trabajarse a uno mismo para resolverlo todo de una forma adulta y coherente con nuestra fe.

Hoy, las lecturas de la eucaristía me han hecho pensar en todo esto; en la nueva existencia que Dios nos ofrece; en el alimentarnos auténticamente con el pan de vida; en el dejarnos renovar y abandonar la vieja forma de ser… una oferta que no deja nunca de estar ahí; un banquete  de plenitud y felicidad  al que estamos invitados; que espera ansiosamente  que dejemos de conformarnos con unas pobres migajas  y lo  aceptemos de una vez y para siempre DE VERDAD.

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