domingo, 17 de marzo de 2013

17 de marzo. PIEDRAS


¡ Qué bonitas eran hoy las lecturas de la eucaristía!

Algo nuevo está comenzando, ¿no lo notáis?, nos decía Isaías. Después, San Pablo añadía que no mirásemos hacia atrás, que nos lanzásemos hacia el futuro, con los ojos fijos en Dios y en todo lo que  nos tiene reservado

Y todo esto: ese futuro, esa novedad, esa vida plena y satisfactoria radica en una sola cosa, nos lo muestra Jesús, finalmente, en el evangelio, con su encuentro con la mujer adúltera: todo es renovar nuestra forma de mirar.

Una manera diferente de mirar al otro, no fijarnos en lo que ha sido, en los errores que cometió, en lo que no nos gusta… Una manera de vernos mutuamente que nos hace soltar nuestras piedras: desarmarnos de aquello con lo que nos podemos atacar o creemos que nos defenderá.

A desprendernos de los juicios (“ese es un tal o un cual”; “no me gusta quien eres y tienes que ser otra persona, para tener cabida entre nosotros” “aquél vive en pecado”) de las imposiciones  (“para ser aceptado tienes que vivir y ser como yo entiendo que debe ser, como fue toda la vida”) de los deseos de castigar a los demás de una manera  u otra ( “ya me las pagará”, “le está bien empleado”, “ahora se va a enterar”, “ya llegará mi momento”…)… todas esas piedras que nos  lanzamos unos a otros y que tanto sufrimiento causan, dentro y fuera de la Iglesia.
 
 
 

Los creyentes no podemos permitirnos ya, de ninguna manera, ir cargando con esas piedras que nos endurecen el corazón y pesan demasiado como para poder volar al viento del Espíritu. Hay que despojarse de ellas, para poder descubrir la posibilidad y belleza del hermano, lo que podrá ser en adelante si le ofrecemos nuestro amor.

Jesús nos enseña igualmente un modo nuevo de contemplarnos a nosotros mismos “el que esté libre de pecado…”, que nos pone en contacto con nuestra realidad: nosotros no somos perfectos, no lo hacemos todo bien; como el otro, también nos equivocamos y tenemos nuestras cosas… conectar con esa verdad, no para torturarnos con nuestros defectos, sino para descubrir que también para nosotros se abre un amplio horizonte de posibilidad, de riquezas: todo lo que aún podemos experimentar, dar y vivir.

Una forma de mirar que hunde sus raíces en la mirada de dios, la de la Gracia y la misericordia infinita, la del amor: el comprende nuestros porqués, las razones por las que hacemos o dejamos de hacer… porque conoce y ama la verdad de nuestro corazón. Con Él, nunca se puede dar todo por perdido: por equivocados que podamos haber estado, por grandes que sean nuestras faltas, por muy cansados y doloridos que nos podamos encontrar, con Él siempre es posible volver a empezar.

Esa es nuestra buena noticia, la vida, el sentido, la luz, el amor, la felicidad están a nuestro alcance, Dios nos lo está ofreciendo continuamente…. Cambiando la mirada, el enfoque, podremos verlo Juntos y, juntos, lanzarnos a por ello… porque la vida, lo nuevo, la transformación, la conversión no es un asunto que afecte sólo al Papa o al Vaticano, a los curas y las monjas….es  cosa de todos y para todos.

 

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