domingo, 9 de enero de 2011

9 de enero, EL AGUA DE LA LIBERTAD

Hoy hemos celebrado el bautismo de Jesús, con esta fiesta se termina el tiempo litúrgico de la navidad. En su bautismo, Jesús expresa que asume  la misión que el Padre le encomienda y lo hace libremente.

Es un momento que, para mí está cargado de intensidad y que me recuerda con mucha fuerza mis primeros tiempos vocacionales. A la hora de aceptar, de decirle “sí” a Dios, fueron muchas cosas las que se mezclaban en mi vida.

Por un lado estaban mis propios proyectos, los montajes que yo me había construido para mi vida; las ofertas y atractivos que esta sociedad me presentaba… muchas de ellas no iban a poder ser… ¡había que renunciar!

Por otro lado mis propios miedos ¿Era eso de verdad para mí? ¿Estaría a la altura? ¿Podría dar una respuesta coherente? ¿De verdad iba a ser feliz por este camino?

Eran elementos que me amarraban, que me hacían dudar, pero sobre todo tenía lo que estaba viviendo: una llamada poderosa de mi Dios; me sentía mimado al máximo por Él, como si todo el universo se pusiera a mis pies, como si toda la creación estuviese pendiente de mi decisión y conspirara para que aceptase.

Me gusta pensar que –salvando las distancias, por supuesto- a Jesús le pasarían las mismas cosas por la cabeza y el corazón. También a Él se le presentaron voces que intentaron hacerle desistir.
Los fragmentos de cadenas que aparecen en la parte superior del dibujo son el símbolo de esa libertad con la que Jesús rompe todas las ataduras, desde la que muestra su respuesta al Padre.




Hoy podemos encontrar a gente que piensa que, cuando uno se compromete, pierde libertad. Yo no puedo estar de acuerdo con eso, es precisamente al revés; la libertad se disfruta cuando se ejerce, cuando decides y apuestas, aunque te puedas equivocar. Quien no opta por nada no llega nunca a ser libre porque simplemente acepta y vive  las decisiones que otros toman por el…

Yo no sé muy bien ni como ni por qué, pero el caso es que ¡me atreví! y en el momento en que te fías y te zambulles en el agua, todos los obstáculos desaparecen. Con Cristo, además, se hunde en las aguas una historia roja, de sufrimiento y promesas; en su lugar surge una historia verde, de confianza y cumplimiento de lo prometido: el bautismo de Jesús convierte las lágrimas en llamas de esperanza para toda la humanidad.

Y, a partir de ese instante eterno, “se abre el cielo”, ¡Con qué claridad y qué paz descubres que Dios está contigo! ¡Cómo sientes que la fuerza de su Espíritu te hace capaz, que su amor te trasforma!

Ante esta acción de Jesús, Dios Padre lo reconoce como su hijo y el Espíritu desciende sobre Él. La conversión está al alcance de todos, las manos del Padre me acogen y reconocen también como hijo, a mí y a todo aquel que (a pesar de las miserias y debilidad de cada uno) quiera romper con sus ataduras y asumir la misión que se le encomienda, es una llamada a la humanidad entera de la que pretende ser reflejo el planeta Tierra de la parte superior del dibujo.

La aceptación de esa vocación de cada uno nos lleva a saber mejor quienes somos, a crecer siempre, a la felicidad propia y ajena.

Un sí que tiene que actualizarse constantemente, que se hace nuevo contigo cada día, ante las personas y circunstancias que uno tiene que afrontar. Un sí que mañana por la mañana, que todas las mañanas, al despertarme no quiero dejar de pronunciar.

1 comentario:

  1. Ayer cantamos en misa "No quiero quiero una libertad que me hace libre frente a ti... No quiero más reglas que tu voz, no quiero más reglas que tu amor". El ámbito de la nueva iglesia que nos acoge, en el centro de la ciudad, los nuevos feligreses que nos rodean me imponen algo de temor al cantar con fuerza esas palabras. Y sin embargo, la LIBERTAD, como la esperanza, la paz o el amor no son propiedad de nadie. Si acaso de este Dios Padre-Madre que nos une a todos en una comunidad creyente.
    Hoy ETA ha vuelto a hablar y su liturgia de serpientes, chapelas y pasamontañas sí que inspira miedo y una sensación totalmente contraria a la libertad.
    Mañana recordaremos el día que la tierra tembló hace una año en Haití. Posiblemente la libertad -y la esperanza, de nuevo- son una de las pocas cosas con las que siguen contando nuestros hermanos y hermanas en la isla caribeña.
    Libertad sin cadenas, sufrimiento y promesas, confianza y cumplimiento salen de las aguas del Bautismo de Jesús y de la historia de cada uno de los seres humanos sobre la tierra en este día.

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