sábado, 15 de enero de 2011

14 de enero.EL TUBO Y LAS ESTRELLAS

El año pasado, un grupo de matrimonios me pidió que me incorporara  a su caminar comunitario. Algunos de ellos son miembros de la parroquia y le vienen dando  vida casi desde antes de que yo naciera así que pensé, “se lo debo” y les dije que sí.
Por fuera sonreía pero, por dentro, estaba preocupado y con algo de miedo: ¿qué podía aportarles yo, que prácticamente podía ser su hijo?

Como digo, ya llevo cerca de un año reuniéndome con ellos. Desde el principio me han recibido con un cariño y unas atenciones excepcionales; me siento muy a gusto con ellos y, sobre todo, aprendo un montón a su lado. Es admirable la profundidad de su fe, la alegría con la que afrontan la vida con todo lo que es; la intimidad que sienten con Dios, cómo viven la fraternidad.

Pero tengo que reconocer que aquella pregunta del primer día sigue rondándome en la cabeza: yo recibo muchísimo de ellos pero ¿Qué pinto allí? ¿Qué puedo ofrecer a esas vidas tan llenas de experiencia y saber?

Si me apuro, es una cuestión que aparece en casi todos los aspectos de mi vida como fraile y como cura… y la respuesta casi siempre es la misma, NADA, tú no puedes ofrecer prácticamente nada de nada; en realidad sigo siendo el mismo “mindundi” de siempre…

Sin embargo, también descubro como parece que la gente sí recibe algo… además cosas muy raras: cuando más nervioso estoy, viene alguien y me dice que ha recibido mucha paz; cuando estoy inseguro, otro me llega con que ha encontrado certidumbres; si yo débil, el otro halla fuerza; si no lo tengo nada claro, ven luz… y así con todo.

Y es entonces cuando me digo… pues yo no he sido, ha tenido que ser Él.

Y creo que eso sucede por la fe de las personas con las que me cruzo; que no me vienen buscando a mi, sino a Dios. Esa fe, mucha o poca, es más que suficiente para que Dios aproveche y llegue hasta ellos. Y en medio ¡yo!, con todas mis miserias y equivocaciones.

Otro gran regalo que se me ha hecho, el ser cura. Nunca me atreví a soñar con una misión tan grande y tan bonita, la de funcionar como una especie de tubo por el que Dios toca la existencia de los hermanos.

Y es que es más bonito aún si pensamos que esa vocación es común a todos los creyentes, por el bautismo todos somos esas “tuberías” que hacen presente a Dios aquí y ahora. Mi historia está repleta de personas, y la mayor parte de ellas no eran sacerdotes, que han significado eso para mí.

Es verdad que nosotros lo tenemos más fácil por el ministerio; no sólo por la parte sacramental, quiero decir que se acude más a nosotros cuando se busca a Dios; pero estoy seguro de que si nos atreviésemos a recurrir a quien tenemos al lado y a hacerlo con la misma confianza, el efecto sería el mismo solo que multiplicado por el tremendo número de hermanos “tubo” que podríamos encontrar.

Como pequeñas bombillas, aunque sean viejas y gastadas, o estrellas que se reúnen en constelaciones,  que hacen posible que la persona “toque” la luz y el calor del gran Sol.

Sentiríamos más a Dios, en más situaciones, más lugares, con más intensidad… cada vez que nos atrevemos a esa confianza, el mundo se hace un poco mejor.

Esta noche vuelvo a casa con el corazón ensanchado y la ilusión renovada, vengo de estar con algunas de esas “estrellas” que, aunque no salen en los periódicos traen a esta tierra la luz de Dios.

2 comentarios:

  1. Somos uno de los matrimonios que hemos tenido la suerte de encontrarte, porque compartimos algo que es el fundamento de nuestras vidas,Jeús.
    No puedes imaginarte lo que es para nosotros compartir con alguien tan joven nuestras experiencias de vida, es como estar seguro de que el MENSAJE nunca se perderá.
    Un abrazo muy, muy fuerte

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  2. Te leemos y parece que te estamos escuchando... ésto es "autenticidad", en lo que dices y lo que eres. Dios te nos ha regalado. Gracias por tu humildad, gracias por tu sencillez, gracias por tu donación... gracias a El que te ha puesto en nuestro camino. El te ha elegido, El nos ha elegido, El quiere que caminemos juntos.
    Loli y Félix

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