martes, 4 de enero de 2011

3 de enero, MI HERMANO EL DE ROMA

...y otra vez llego tarde, pero aquí estoy.

Una de las cosas con las que más he disfrutado siempre, son los momentos en los que cuando tengo la oportunidad de encontrarme con los frailes más jóvenes y charlar.

Precisamente hoy ha pasado por mi convento un hermano muy querido. Entró en la orden un poco después que yo y juntos hemos vivido ya mil peripecias; nos hemos apoyado en los momentos difíciles y, sobre  todo hemos disfrutado de muchos ratos de risa y fraternidad.

Como es un tío muy listo, desde el mes de septiembre, está estudiando en Roma. Justo esta tarde volvía para allá después de haber pasado la nochevieja con su familia. Después de tanto tiempo y trabajo codo a codo, ahora estamos lejos y tenemos que aprovechar al máximo estas ocasiones… ¡así son las cosas de la vocación!

Hablando con él nos dábamos cuenta de lo inmensamente distintas que son nuestras realidades en este momento: el contexto,  los procesos personales, las relaciones, el trabajo, los esfuerzos,  las alegrías… todo diferente.

Cuando volvía a casa, después de dejarlo en el avión, saboreaba agradecido la visita y pensaba que era bonito lo que estábamos viviendo. Cada uno tratando de ser fiel a lo que Dios nos propone; por caminos diferentes, pero juntos y en la misma dirección, más hermanos que nunca. Todo las experiencias compartidas, lo que habíamos aprendido y crecido en común, ahora intentamos ponerlo al servicio en países distintos y con gentes diversas; y pensaba en todos los hermanos y hermanas que tengo repartidos por el mundo, todos tratando de acompañar, de alegrar y amar en infinidad de rincones y situaciones múltiples. Todos juntos, todos con algo común.

En estos días de navidad, se me ocurría relacionarlo con los pastores que, tras adorar al Dios hecho niño, volvían del pesebre alabando al Señor.






































Todos habían compartido una experiencia, la de escuchar la buena noticia, buscar y encontrarse con Jesús; habían descubierto la inmensidad de su Amor y no les quedaba otra que contarlo, unirse al anuncio de los ángeles para pregonarlo a los cuatro vientos.

El encuentro vivido además llena sus existencias de luz, aleja las oscuridades del egoísmo, la angustia, el miedo o la insatisfacción y te permite ver el camino, tu propio camino. ¿A dónde iría cada uno de ellos? Unos a las ciudades, otros a las aldeas, a los campos, a las casas…cada uno según su propia vocación particular. Lo que juntos han descubierto debe ser predicado, con la vida entera, en lugares distintos.

Los pastores del dibujo tienen todos las manos vacías, ¿qué puede uno tener ni presentar para merecer un proyecto y una vida tan grandes? Ellos; como mis hermanos y hermanas, como yo; siguen siendo los mismos, con su pobreza y sus limitaciones; pero esas manos vacías están –ante todo- completamente abiertas.

Manos que se exponen, que confían, se ofrecen y reciben; manos que saben que más grande que su desnudez, mucho más grande, es el amor y la Gracia de ese Dios que han conocido y que se hace fuerte en nuestra debilidad. Él es quien lleva el timón, quien lo hace todo.

De vez en cuando, con el tiempo, aquellos pastores volverían a coincidir en los cruces de caminos o en las posadas y, llenos de alegría, se contarían mutuamente sus andanzas, como mi hermano el de Roma y yo, después… un abrazo, una sonrisa y a continuar caminando.

(además, ahora existe el Skype!)

1 comentario:

  1. Y la luz. Esa luz que los rodea a tod@s pero que no es de ell@s mism@s.
    Es como lo del eclipse de hoy. La Luna se interpone entre el Sol y la Tierra, como si quisiera mostrarnos que, aunque ella no tiene luz propia, sino que refleja la del sol, sí que puede permitir o impedir que la veamos.
    A veces tenemos la suerte de encontrarnos con personas capaces de destellar un reflejo que no viene de ellas sino que habla de Otro.
    Son esas pequeñas luces que tod@s reconocemos en nuestras vida. Muchas de ellas están un tiempo, casi siempre cuando más las necesitamos, y después desaparecen. Pero siguen dejando en nosotros la memoria de esa Luz.
    También nosotr@s mism@s lo somos para otros en muchos momentos; algunos sin apenas darnos cuenta.
    Una luz en la inmensidad, una luz en la oscuridad, una luz que es reflejo de la Luz.

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