Con la llegada del fin de curso, vienen también las evaluaciones y la
revisión de lo vivido y trabajado durante todos estos meses.
En general, estoy satisfecho de como hemos hecho las cosas en la parroquia y,
además, los resultados han sido más que satisfactorios; lo mismo me ocurre si
pienso a nivel personal y espiritual. Es
bueno llegar a estas conclusiones, sentir
satisfacción ante el camino recorrido;
es de justicia con uno mismo y también con Dios, porque Él también ha sido
protagonista de cada paso que hemos dado y logro alcanzado.
Ese contento, cuando es sano, no puede suponer conformidad; no nos lleva a
quedarnos tal y como estamos; sino que nos lanza a por más, nos proyecta siempre
hacia horizontes más amplios y nuevas metas que alcanzar.
Todos, de vez en cuando, deberíamos hacer balance de las diferentes facetas
de nuestras vidas; hacernos así conscientes de lo que somos y hacemos; dejar
que Dios nos abra las sendas por las que continuar creciendo y desarrollando lo que somos; que nos siga
conduciendo hacia la Tierra Prometida.
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