Si hay algo que hoy ha estado presente a lo largo de todo mi día, eso han
sido los nuevos proyectos; alguno propio, pero, ante todo, los de otras
personas.
En estas horas, he coincidido con muchas gentes que se encuentran en ese
momento de vértigo, valentía e ilusión: arrancando negocios, con la mirada
puesta en la universidad, en deseados viajes o preparando bodas… y lo vivido
junto a ellos ahora me hace pensar en los sueños, en los míos en particular y
en los de cualquiera de nosotros en general.
Porque todos albergamos, aunque sea en un recóndito rincón de nuestro
interior, eso que nos entusiasma, aquello que nos da esperanza y fuerza para
levantarnos cada mañana.
Algunos de ellos son mentiras, sí, espejismos que nos hacen desear aquello
en lo que –en el fondo- sabemos que no está la felicidad; pero otros no, otros
son el anhelo más profundo de nuestro ser, son el futuro que Dios ha escondido
en cada uno de sus hijos e hijas.
La misma encarnación es el sueño, aparentemente imposible, de que un Dios
se hiciese humano y de que toda la humanidad se divinizara con Él; el
atrevimiento y el asombro de una niña que se osó pensar en un mundo diferente; y
dijo “Sí” a un Reino donde los ricos son despedidos de vacío y los poderosos
son derribados; donde los humildes y los hambrientos son enaltecidos y colmados.
Sin embargo, esto de ser soñador, parece que está mal visto; que es cosa de
gente poco realista; también es posible que nos de miedo volar por si acaso nos
caemos; que no nos atrevamos a pagar el precio que suponen, o temamos que ese
sueño tan preciado acabe convirtiéndose en una frustración… así que, la mayoría
del personal, acaba guardándose esa ilusión en una cajita secreta y privada que
sólo se abre de vez en cuando para que los acariciemos en la intimidad. Los
sueños se marchitan si nunca se comienzan, si nuestros pasos no se encaminan hacia
ellos…de esta forma los hombres se conforman con los caminos establecidos, con
vidas descafeinadas que son tan livianas que, sin sentirlo, se terminan
evaporando ante sus propias narices.
Yo siempre he tenido muchos y grandes sueños, por eso estoy en la Orden;
esa es la razón de que me ordenara sacerdote también; y hoy sigo soñando.
Pienso que para eso nos puso Dios en esta tierra, para que hiciésemos realidad
el proyecto que Él tiene para cada uno y para la humanidad entera. Supongo que
el único secreto es permanecer atento, ser capaz de distinguir cuales son los
sueños que el Señor nos sugiere y cuales los que nos venden las empresas y la
televisión. Sé que si sabemos diferenciarlos bien, y nos mantenemos fieles a
los primeros, siempre podremos comenzar a hacerlos vida, no será posible
fracasar ni ser vencidos… el sueño de un cielo y una tierra nueva se ha hará
realidad; ya es realidad en la vida de muchos.
esta imagen es hermosísima!!!
ResponderEliminaresta imagen es hermosísima!!!
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