Es curioso pero, en el momento en que empiezo a “despejar la mesa” de
trabajos pendientes, empiezan a aparecer más encarguitos que, de nuevo, ocupan el
escritorio.
Esta vida nuestra no se detiene
nunca, cuando uno piensa que está
acabando con algo, que ya tiene resueltos o al menos afrontados todos los
asuntos pendientes, aparecen historias nuevas, trabajos inesperados o más
asuntos que requieren tu atención…
El raudal de la vida no se agota mientras nosotros permanezcamos atentos,
abiertos a lo que ocurre a nuestro alrededor. Cristo está a la puerta; en la
nuestra, y no se cansa de llamar.
Da golpes en nuestra entrada desde las vidas de nuestras familias; hermanos
de comunidad; amigos compañeros… nos reclama en cada situación complicada y
cada alegría con la que nos encontramos; en la calle, en el periódico… ninguno
de nosotros, sea cual sea nuestra edad o circunstancias, puede decir que no oye
ese clamor… puede que no le hagamos caso, pero estoy seguro de que todos lo
percibimos.
Es más, son tantas las voces desde las que el Señor nos reclama que uno
puede llegar a pensar que no sabe por dónde empezar, como cuando tenemos que
ordenar muchos trabajos acumulados o uno sólo pero muy grande.
¿Por dónde comenzar? ¿Cómo hacerlo? ¿sabré? Puf! Lo que voy a tardar y lo
que me va a costar!
Esas son las preguntas que me brotan cuando miro mi mesa, toda llena de
libros y de encargos; o cuando pienso en esa tesis que aún tengo en pañales…pero
también sé que muchas otras veces tuve la misma sensación, que pudieron pasar
varios días en los que estuve bloqueado ante la envergadura de lo que se me
presentaba… hasta que un buen día lo afronté y arranqué con poca cosa, paso a
paso, hasta que lo que tanto me imponía
estuvo hecho y cumplido.
Somos sal y luz de este mundo y Dios necesita de nuestro sabor y claridad.
Es sólo cuestión de empezar por algún sitio porque, una vez que arrancamos, la vida
se pone en marcha, su dinamismo nos envuelve; una cosa nos lleva a la siguiente
y, poco a poco, vamos aprendiendo a ser constructores del nuevo Reino.
Es cierto lo que comentas que Jesús llama a nuestra puerta,a veces me agobio, esta es mi situación en estos momentos, aunque al final me siento feliz y más unida a Jesús.
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