martes, 7 de agosto de 2012

6 de agosto. NO LO LLAMES "X"


Es evidente que hoy hay muchas palabras que, de tanto usarlas –o mejor dicho, por mal usarlas- han acabado perdiendo su sentido original.  Resulta, además, que la mayoría de esas palabras son precisamente las más bonitas e importantes de la vida: amor, amistad, familia, verdad, fe…

Como, a pesar de que se hayan desvirtuado,  no podemos vivir sin ellas; la mayor parte de las veces acabamos sustituyéndolas por otras pero que ya no quieren decir lo mismo.

El caso más grave es cuando nos referimos a otras personas, a gente que queremos, y ya no nos atrevemos a dirigirnos a ellas según lo que son para nosotros: madre, marido, amigo, hijo…

Sin embargo, hay un fraile mayor en mi comunidad al que, cuando se encuentra conmigo, le gusta llamarme “hermano” y, confieso que a mí me encanta. Tanto me gusta que yo mismo he empezado a referirme a mis hermanos de comunidad como lo que son: MIS HERMANOS.

Sé que no es únicamente una cuestión de palabras, pero lo cierto es que, simplemente al llamarlos así, ya siento la fraternidad con mayor intensidad. Porque esas palabras no son sólo la forma en que nos expresamos sino también la herramienta con la que pensamos y racionalizamos lo que sentimos y vivimos.


Hoy, día de la transfiguración, celebramos que Cristo nos muestra por completo quien es en su divinidad y con toda su humanidad; una fiesta que nos invita a ver más allá; a advertir a Dios presente a nuestro alrededor, en los demás y en nosotros mismos.

Si deseamos aceptar esta propuesta, a lo mejor sería un buen comienzo la recuperación de esas palabras importantes; el poder ver a los otros no como gente o “fulanito de tal” sino como mi amigo, mi compañero, mi esposa, mi vecino, mi hijo… MIS HERMANOS, LOS HIJOS DE DIOS.


No hay comentarios:

Publicar un comentario