Estamos en medio de la semana de oración por la unidad de los cristianos y el otro día leía algo que era comunicado como una buena noticia: hablaba de la “conversión” de muchos pastores protestantes al catolicismo.
Se me quedó mal sabor de boca, porque cuando hablamos de unión, eso no puede significar uniformidad…
Es verdad, a lo largo de los siglos, los seguidores de Jesús de Nazaret nos hemos ido peleando; unas partes tenían sus razones y los demás otras… con el tiempo hemos ido traicionando el deseo del Señor, ”que todos sean uno”, pero ésta –como casi todos los desencuentros y conflictos- no es una cuestión de buenos y malos, ni de culpables e inocentes o de acertados y equivocados. Todos hemos sido responsables de esas separaciones… basta con leer un poco de historia de la Iglesia para comprobarlo.
Si queremos volver al origen, cumplir la voluntad de Dios, no podemos pretender el que unos seamos los que estemos en posesión de la verdad y sean únicamente los demás los que rectifiquen y vuelvan al redil… creo que esa actitud, además de acabar con la rica diversidad que existe entre los cristianos, es toda una falta de respeto para nuestros hermanos de otras Iglesias ¿cómo puede convertirse alguien que ya seguía el Evangelio y, encima era pastor?
La unidad no es un asunto de autoridades ni de carnets, sino una cuestión de reconocimiento mutuo; el saber que, en nuestra diferencia, estamos unidos en Jesucristo; el sabernos hermanos porque seguimos al mismo Señor…
Uno tiene sus propias comprensiones y experiencias de fe, como cualquiera; una identidad creyente, pero, desde que me ordené hay algo que no se me va de la cabeza: quiero estar al servicio de todos, tanto de los que comparten mis posiciones como de los que no, y siempre descalzándome los pies porque estoy en la tierra sagrada de la fe de las personas…
No podemos caer en la tentación de los fundamentalismos, de pensar que la comunión consiste en que los demás sean como yo –sea quien sea yo-
Y creo que esta unidad que se nos recuerda durante estos días, va más allá de protestantes, ortodoxos o católicos; es algo mucho más cotidiano; aplicable a los diferentes movimientos e instituciones de la Iglesia, a los grupos de una parroquia e, incluso a nuestras relaciones interpersonales.
Qué fácil es creernos los mejores; pensar que nuestras ideas son Evangelio puro y desprestigiar a los demás; es demasiado sencillo equivocarse y empezar un diálogo con la única pretensión de convencer, en lugar de querer entender y enriquecernos mutuamente… tremendamente usual el utilizar la fe como arma arrojadiza…
Pero la unidad no tiene por qué ser más difícil… bastaría con que cada uno supiese lo que cree y por qué lo cree, que supiera dar razón de su esperanza; que nos mirásemos a los ojos para ver que no estamos ante una persona que también quiere seguir a Cristo con sus grandezas y debilidades y que, entonces… dejáramos hablar al corazón…
Hace unos años preparando un trabajo sobre otras religiones llegué a la conclusión que nadie es mejor que otro porque pertenezca a otra religión .A partir de esto dejé atrás mi gran defecto que era utilizar mi religión para ganar batallitas.
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Cada uno tiene que tener sus ideas, y tenerlas totalmente claras.Lo que no se debe hacer es intentar convencer, como bien dices, de que lo que uno cree es lo que vale y lo de los demás, no.Por éso nunca me ha gustado hablar de religión con ciertas personas, porque no saben opinar, intentan convencerte de lo que ellos piensan.Estamos en tiempos, en los que por todas partes, escucho, que hay que convertir a los jóvenes, que poco a poco es como si nuestra religión se extinguiese.Podemos educar los que creemos a nuestros hijos, y que ellos sean los que decidan ¿de qué sirve obligar a alguien a hacer lo que no quiere o no cree?.Al contrario, creo que es totalmente antiproducente.Como bien dices, no hay que quitarle las creencias a quién ya las tenía, sino orientar y encaminar libremente al que aún no las tiene claras.
ResponderEliminarPor cierto, Félix, con el dibujo te has lucido¡Qué preciosidad!TQ.Bss.
"quiero estar al servicio de todos, tanto de los que comparten mis posiciones como de los que no, y siempre descalzándome los pies porque estoy en la tierra sagrada". Y después de muchos años estudiando, y estudiando filosofía, el arte de razonar, de argumentar, de buscar y buscar la verdad (entre otras cosas claro) llego a una sencilla conclusión: la palabra, en el fondo, no sirve de mucho, pero lo que realmente sirve, es como tú muy bien dices, "el descalzarse los pies y estar al servicio de todos". Bravísimo Felix, gracias por poner en práctica todo esto que comentas y a mí me ha llevado tanto tiempo descubrir, buenísimo ejemplo, pues como ya sabrás, la Madre Teresa de Calcuta ya decía "los niños necesitan más modelos que críticos" y ahora puedo añadir que un tal Felix decía y "quiero estar al servicio de todos, tanto de los que comparten mis posiciones como de los que no, y siempre descalzándome los pies porque estoy en la tierra sagrada". Gracias por tu ejemplo
ResponderEliminaryo estoy de tu parte
ResponderEliminar" Pero la unidad no tiene por qué ser más difícil… bastaría con que cada uno supiese lo que cree y por qué lo cree, que supiera dar razón de su esperanza; que nos mirásemos a los ojos para ver que no estamos ante una persona que también quiere seguir a Cristo con sus grandezas y debilidades y que, entonces… dejáramos hablar al corazón…" Gracias Félix, lo leo y lo guardo, lo vuelvo a leer y me lo aplico.Dios te siga bendiciendo.
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