martes, 2 de abril de 2013

2 de abril. LA VIDA EN REALIDAD


Ya estoy de vuelta, tras una preciosa experiencia en Alcalá la Real; unos días en los que hemos vivido intensamente el gran misterio del amor.

Regreso cansado, porque como digo, el ritmo ha sido fuerte, pero, a la vez, profundamente renovado por todo lo vivido y compartido con mis hermanos frailes, las monjas, los laicos dominicos y las gentes de la ciudad; por –ante todo- el inmenso regalo de Dios, por la luz y el nuevo comienzo de la Pascua.

En apariencia todo sigue igual: al volver me seguían esperando las dificultades y un tremendo volumen de trabajo; tras unos días “desconectado” de la prensa y la televisión, me entero de las nuevas crisis de violencia que atormentan al mundo, la tragedia humana parece continuar… la resurrección no es algo evidente que se imponga a nuestra voluntad.

Pero bajo esa superficie complicada, que se nos presenta a primera vista, es posible descubrir que ya nada es como antes, que todo ha sido profundamente transformado… ¡puede encontrarse uno con la VIDA en realidad!

La Pascua nos ofrece una nueva perspectiva más amplia de nosotros mismos y de todo lo que nos rodea. No podemos aislar los acontecimientos, los dolores o la oscuridad de la vida, sino contemplarlos desde un “más allá” que tenga en cuenta el pasado (todo lo disfrutado y crecido) y lo que está por llegar; un futuro que, en Dios, podemos esperar sin miedo porque sabemos que nos traerá el triunfo sobre todo lo que nos amenaza, el encuentro con todos los que se fueron, una eternidad de plenitud y humanidad.

Es una visión que se fundamenta en la confianza de que nuestro destino es también la resurrección de Jesús, sí, pero que transforma también y por completo el ahora, el “mientras tanto” en el que estamos caminando por esta tierra.

Porque la alegría que nos aguarda en el destino es la que nos impulsa a continuar el viaje: a salvar los obstáculos, a seguir luchando, a no detenernos ni desesperar en los atascos. El fin que esperamos llena de luz todo aquello que –bueno o malo- configura el camino que nos conduce hasta allí.

¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!
 

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