Al volver de la Pascua, me he
encontrado más desbordado que nunca por el trabajo… me espera una buena
temporada de no parar, cada día, cuando termino los asuntos de la parroquia y
el ministerio, me están esperando en la habitación otros compromisos que ya van
empezando a ser urgentes y que me ocupan todo el tiempo. Para poder dar abasto,
hasta he tenido que ir renunciando a algunas ocupaciones menos importantes,
incluida mi cita diaria con este blog.
No voy a negar que esta situación
me agobia un poco, pero a la vez es muy agradable. Esta tarde pensaba que todos
los testigos de la resurrección, tras encontrarse con Cristo vivo, son enviados
inmediatamente a anunciar esa alegría a los hermanos. Así que, esta VIDA con
mayúsculas que se nos ha regalado y que estamos celebrando es para que
nosotros, a su vez, la regalemos, la ofrezcamos a los demás.
Es una misión que si se contempla
sin falsos romanticismos es dura: exige sacrificio, austeridad, compromiso… y,
no sé si me estaré engañando a mí mismo, pero quiero pensar que en eso estoy yo
ahora: dando vida. Al contemplar esta situación desde esa perspectiva es
cuando, en medio de este ritmo extremo de trabajo, encuentro alegría y de la
buena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario