jueves, 3 de marzo de 2016

LIBRE


TESTIMONIO DE PIERRE CLAVERIE, OP

 

(Fragmento de una homilía pronunciada por el obispo dominico Pierre Claverie, en Prulla, sur de Francia, semanas antes de ser asesinado en Orán)

 

        Desde que comenzó el drama argelino, me han preguntado a menudo: ¿Qué hacéis allí? ¡Regresad a casa sacudiendo el polvo de vuestras sandalias!... ¿Dónde está nuestra casa? Estamos allí a causa de este Mesías Crucificado, no por otra cosa ni por ningún otro. No tenemos intereses que salvar, ni influencias a mantener. No nos sentimos empujados por no se qué perversión masoquista o suicida. No tenemos ningún poder, pero estamos allí como en la cabecera de la cama de un amigo o de un hermano enfermo, en silencio, cogiéndole la mano, secando el sudor de su frente. A causa de Jesús, porque es él quien sufre allí, en esa violencia de la que nadie escapa, crucificado de nuevo en el cuerpo de miles de inocentes. Al igual que María, su madre y san Juan estaban allí, al pie de la cruz en que Jesús muere, abandonado por los suyos y ocasión de burla para la gente. Para el cristiano, ¿no es esencial estar presente en los lugares de sufrimiento, de menosprecio, de abandono…?

 

Dar la propia vida es eso y nada más. En cada decisión, en cada acto, dar concretamente algo de sí mismo: el tiempo, una sonrisa, la amistad, alguna habilidad propia, una presencia aunque sea silenciosa o impotente, una atención, un apoyo material y espiritual, una mano tendida… sin cálculo, sin reserva, sin miedo a perderse.
 
 

 

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