Llegados al lugar llamado Getsemaní, dijo a sus discípulos: -Sentaos
aquí mientras yo voy a orar.
Tomó con él a Pedro, Santiago y Juan y empezó a sentir tristeza y
angustia. Entonces les dijo: -Siento una tristeza mortal; quedaos aquí velando.
Se adelantó un poco, se postró en tierra y oraba que, si era posible, se alejara
de él aquella hora.
Decía: -Abba, Padre, tú lo puedes todo, aparta de mí esta copa.
Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Volvió, y los encontró dormidos.
(Mc. 14, 32-37)
Y los encontró dormidos, en el
momento más difícil de su vida, los amigos se durmieron… el sufrimiento de
aquella hora se vistió, además de soledad.
Todos, detrás de nuestras sonrisas y
fachadas tenemos un Getsemaní, un dolor, una preocupación que vivimos sin
comunicar.
Muchos siguen hoy descubriendo que la
mayoría “duerme” ante su dolor….
Sin embargo ni Él, ni tú, ni yo y mucho menos ellos, estamos nunca solos.