martes, 5 de junio de 2012

4 de junio. EMPEZAR


Si hay algo que hoy ha estado presente a lo largo de todo mi día, eso han sido los nuevos proyectos; alguno propio, pero, ante todo, los de otras personas.

En estas horas, he coincidido con muchas gentes que se encuentran en ese momento de vértigo, valentía e ilusión: arrancando negocios, con la mirada puesta en la universidad, en deseados viajes o preparando bodas… y lo vivido junto a ellos ahora me hace pensar en los sueños, en los míos en particular y en los de cualquiera de nosotros en general.

Porque todos albergamos, aunque sea en un recóndito rincón de nuestro interior, eso que nos entusiasma, aquello que nos da esperanza y fuerza para levantarnos cada mañana.

Algunos de ellos son mentiras, sí, espejismos que nos hacen desear aquello en lo que –en el fondo- sabemos que no está la felicidad; pero otros no, otros son el anhelo más profundo de nuestro ser, son el futuro que Dios ha escondido en cada uno de sus hijos e hijas.

La misma encarnación es el sueño, aparentemente imposible, de que un Dios se hiciese humano y de que toda la humanidad se divinizara con Él; el atrevimiento y el asombro de una niña que se osó pensar en un mundo diferente; y dijo “Sí” a un Reino donde los ricos son despedidos de vacío y los poderosos son derribados; donde los humildes y los hambrientos son enaltecidos y colmados.




Sin embargo, esto de ser soñador, parece que está mal visto; que es cosa de gente poco realista; también es posible que nos de miedo volar por si acaso nos caemos; que no nos atrevamos a pagar el precio que suponen, o temamos que ese sueño tan preciado acabe convirtiéndose en una frustración… así que, la mayoría del personal, acaba guardándose esa ilusión en una cajita secreta y privada que sólo se abre de vez en cuando para que los acariciemos en la intimidad. Los sueños se marchitan si nunca se comienzan, si nuestros pasos no se encaminan hacia ellos…de esta forma los hombres se conforman con los caminos establecidos, con vidas descafeinadas que son tan livianas que, sin sentirlo, se terminan evaporando ante sus propias narices.

Yo siempre he tenido muchos y grandes sueños, por eso estoy en la Orden; esa es la razón de que me ordenara sacerdote también; y hoy sigo soñando. Pienso que para eso nos puso Dios en esta tierra, para que hiciésemos realidad el proyecto que Él tiene para cada uno y para la humanidad entera. Supongo que el único secreto es permanecer atento, ser capaz de distinguir cuales son los sueños que el Señor nos sugiere y cuales los que nos venden las empresas y la televisión. Sé que si sabemos diferenciarlos bien, y nos mantenemos fieles a los primeros, siempre podremos comenzar a hacerlos vida, no será posible fracasar ni ser vencidos… el sueño de un cielo y una tierra nueva se ha hará realidad; ya es realidad en la vida de muchos.


2 comentarios: