lunes, 7 de noviembre de 2011

6 de noviembre. BIENVENIDOS, HASTA SIEMPRE

Este domingo ha sido otro día intenso. Por la mañana he asistido a la toma de hábito de nuestros novicios; estaba sentado junto a otro de los frailes más jóvenes y ninguno de los dos ha podido evitar el recuerdo y la emoción del día en que cada uno de nosotros recibía también el hábito dominicano.
Se me hacía un nudo en la garganta cuando miraba a mis nuevos hermanos, sobre todo cuando estaban postrados en el suelo. Pienso que, como yo en su día, tenían la cabeza llena de dudas y miedos que bullían con fuerza junto a muchas esperanzas e ilusiones; supongo que no lo tienen claro del todo, pero ahí estaban: a los pies de la familia dominicana implorando misericordia, entregando la vida, abriéndose a la acción del Espíritu y al proyecto que Dios tiene para ellos… fiándose de Él, a pesar de todo.

Un poco después, en la celebración posterior, he estado un ratito con un fraile muy, muy mayor que vive en ese convento; un hombre bueno, sencillo y cercano al que todos queremos con locura. Hasta hace nada, ha seguido trabajando y asistiendo a los hermanos.

Me hablaba, a sus noventa y muchos años, de lo mucho que deseaba poder seguir ayudándonos y sirviendo a todos. ¡Que quería poder socorrer a los ancianos y a los enfermos!

Yo, estremecido y admirado, le decía que lo había hecho toda su vida y que aún lo estaba haciendo, aunque de otra manera; ya no desde la actividad pero sí desde el testimonio y la fragilidad… desde la luz de sus ojos azules.

Luego, por la tarde, se enterraba una monja: otra hermana que, tras casi un siglo de camino y búsqueda por esta tierra, llegaba a la casa de su amado. Lo hace con esa carita de niña eternamente sorprendida; con  una sonrisa grabada en el corazón, con la paz y la alegría del que ha vivido en, por y para el amor.

No he podido ir a su entierro, porque es domingo y tengo que celebrar la eucaristía en la parroquia, pero su rostro no se me va de la cabeza y, emocionado de alegría, le doy gracias a Dios por ella.

Jóvenes que vencen el miedo, que apuestan por un estilo de vida alternativo y se dan a Dios y a la humanidad; ancianos venerables que no se cansan de amar y de alabar a Dios con ese amor; grandes mujeres que se funden con el Señor para siempre… y, en medio yo, admirado, pequeño, aprendiendo, disfrutando, agradecido…

¡Cuánto Dios! ¡Cuánta humanidad! ¡Cuánta vida y grandeza! Eso sí, inadvertida, sutil, escondida…


1 comentario:

  1. Yo sólo conocía a esa hermana por foto, pero sí la conocía y le tenía mucho cariño, por lo que personas cercanas a ella, me contaban.Me ha dado mucha pena, pero se ha ido tranquilita, con una cara y una sonrisa preciosa.Sé que hay personas que sienten mucho su pérdida, y que la consideran como un ángel que se ha ido, "una santa".Como bien dices, ya está al lado de su Dios y ha alcanzado su felicidad.Sólo nos queda pedir que hayan más como ella, y que nos proteja desde donde esté.DEP.TQ.Bss

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